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"Problemas" del primer mundo


La semana pasada mientras yo me quejaba de lo caliente que salía de la maquina el café, tuve la fortuna de tener una compañera que de forma "chistosa" me comentaba que simplemente tenía que esperar un poco a que se enfriara, a lo que añadió: “es un simple problema del primer mundo". Además de sacarme una sonrisa, me hizo pensar lo absurdo que podemos llegar a ser en diferentes momentos del día.

A lo largo de la jornada nos desgastamos a medida que atravesamos situaciones problemáticas, negativas, discusiones y esos que vienen a llamarse "problemas del primer mundo". Nos cuesta relativizar y en muchas ocasiones ni si quieras deseamos hacerlo. Lo vemos como una rendición, nos sentimos cómodos en el problema y así llevamos lo más insignificante a la versión más personal e intencionada posible.

A mí, personalmente, lo que me funciona una y otra vez es el buen uso de relativizar. Es una victoria segura y el tenerla como herramienta, el darle la oportunidad, el usarla siempre en mi favor constituye un gran activo en mi realidad diaria. Si bien es cierto que en alguna ocasión se apoderan de mí diferentes situaciones, he aprendido a relativizar en la mayoría de los casos.

¿Cuándo relativizo?

  • Ante los problemas, relativizo. Porque me ayuda a no desgastarme en el proceso del contratiempo y sí iniciar mi búsqueda de la solución. Cada día miro menos al pasado para mirar más al hoy y el mañana.

  • Ante la opinión de los demás, relativizo. Son simplemente eso, opiniones. Puntos de vista, reflejos de las diferentes posibles realidades existentes. Nada más. Además, me quedo solamente con aquellas que pretenden aportar algo.

  • Ante los logros, relativizo. Porque me mantiene con los pies en el suelo, humilde y con ganas de seguir creciendo sin acomodarme.

  • Ante los "problemas del primer mundo”, relativizo. Y es que comentarios como los de la compañera mencionada previamente, me hacen ver lo absurdo que puede llegar a ser perder un mínimo de energía en quejarme por pequeñas tonterías, de lamentarme de lo más insignificante.

Antes de gastar energía, pasión, esfuerzo, sacrificio, indignación, trabajo, tiempo, etc. en algo me gustaría plantearte las siguientes cuestiones. Estoy seguro de que te serán de utilidad.

¿Qué valor tiene?

¿Cuánto tiempo merece?

¿Qué prioridad entre tus pensamientos detenta?

¿Merece tu tristeza, malestar o pena?

¿Qué sacrifico por dedicarte a ello?

Relativiza en lo que realmente no es importante ("problemas del primer mundo"), pon foco en lo que te apasiona, dedica tiempo a lo que de verdad es una prioridad en tu vida, sacrifica por lo que merezca la pena. Tú eres dueño de tu vida, eres capaz de dibujar lo que es verdaderamente importante en ella. La conciencia viene cuando uno aprende a relativizar pequeñas situaciones, es entonces cuando se da cuenta de que los problemas más triviales desaparecen y hace posible que la vida se contemple desde otro ángulo, con la claridad que proporciona la reflexión. Es la forma de apreciar el bosque, sin detenerte en cada árbol.

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